Sed

El lento suplicio que se despliega cada mañana tras el despertar del sol
Carcome los huesos y reseca la piel, corroe la capa dura de un caracol.
Destroza los viñedos y quema los campos sin reparo en lo que se hace.
Sin pedir que se detengan a contemplar los hombres este cínico espectáculo llamado: “día a día”.

Se maravillan los cielos y se amotinan los mares, todo dentro de una gota de cristal.
Pasa de todo.  En la ensordecedora ebullición de la sangre y en el gorgoteo del agua salada.
“¡Abrid la boca y tragad!” “¡Deglutid la arena!” se oye una seca voz desde la tierra desquebrajada.
El sol ha puesto su yugo calcinante en tu espalda. Te han castigado, te han marcado.

 
El cielo azul, de un azul tan profundo que el mar tendría celos.
La tierra deshidratada, deja ir sus últimos rastros de humedad.
Tiene sus venas abiertas, esperando una dosis al menos tocar.
Cruje, tiembla, suena y se queja. Se burla una pérfida nube al verla suplicar.
 No corre brisa, no corre pues sus pies quema el abrumante sol.
Ha decidido resguardarse en algún lejano lugar, intimidada la brisa se esconde del sol.

Es el cénit. La hora máxima.

Gargantas secas, oquedad expuesta, polvo en las encías.
Súplicas de piedad. Consuelan las ansias. Exalta la pena.

En la desfigurada sombra de un moribundo árbol, yace olvidada la calma.
Al menos detiene un poco el quemar de las pieles. La hora avanza y
El frescor de la tarde se avecina y trae consigo un poco de esperanza.
“No moristeis hoy.”

El cielo se oscurece y las estrellas se iluminan.
Aparece Ganimedes en el cielo con su cántaro en la espalda.
“¡A buena hora aparecéis!” grita la tierra. El rocío de la noche empieza a caer.
Impregna la tierra seca. Suficiente no es. Pero llega a calmar.

Duerme la desesperanza, reina la tranquilidad en la oscuridad de la noche.
El velo del sueño cae, duerme la planicie.


“A ver si mañana lográis sobrevivir.”

Domingo 28 Dic 2014
Markish

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